25 septiembre 2007

"Hace un año"... por Evita Duncan.

Pues sí hoy es mi cumpleaños y aunque Groucho y yo no teníamos pensado hacer nada especial, llega la Duncan, nos toca con su varita mágica y ya nos ponemos tontos...Muchas gracias por el texto nena y por éste año de risas...

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"Al llegar a Barcelona, hace ahora un año aproximadamente, toda la ciudad me parecía extraída de un cuento de hadas, con un clima templado que me acogía después de un asfixiante septiembre madrileño. Llegué un mediodía de noviembre pero no conseguí conocerla hasta las ocho de la tarde. Se hizo esperar, como una estrella de cine.

Salí del metro y apareció ella, acompañada por Groucho y con su sonrisa permanente.

Se me presentó muy tímida:
- Hola, soy Greta. Y él, es Groucho.

Yo sonreí levemente y nos dimos los dos besos de cortesía. Le acompañé hasta su piso y en un inesperado y antiprotocolario gesto, le exigí una cerveza. Ella se rió y me la dio. Muy fresquita… Moritz.

Me la bebí casi de un trago y le pedí otra. Conversamos mínimamente sobre su trabajo. Le pedí que me dejara unos minutos para ducharme. Ella me los concedió. Luego me llevó en su supersónica moto a cenar a un restaurante de diseño: el Cosmopolita.

Allí, si no recuerdo mal, nos bebimos una potente botella de vino tinto. Hablamos de este mundo de los blogs, de la gente tan interesante que se conoce, de lo mágico que puede llegar a resultar vivir otras vidas cotidianamente y, sin embargo, de lo mucho que nos gustaba.

Terminamos la cena con un ristreto delicioso. Fuimos a tomar una copa muy cargada de ron, mientras sonaba Bisbal y la muchedumbre se rozaba sudorosa. Era un antro realmente espantoso. Creo que duramos veinte minutos.

Me llevó a mi hotel y nos despedimos. Esa noche, mientras me costaba dormir por el ron extra ingerido, supe que había tenido suerte, que había conocido a la chica más alegre de la ciudad. Una chica que no fue capaz de decirme que ése día era su cumpleaños, que ni siquiera permitió que le hiciera un regalo.

Este año –cuando ya van treinta y dos- me tomo la venganza y en su terreno. Todo para decirle que sigue siendo la catalana más generosa y divertida, la que siempre gana por mil puntos.

Hoy es su cumple y quiero decirle que es una suerte haberla conocido; ése día en el que no era capaz de soltar mi maleta negra ni mis botellas de cerveza.

Feliz cumpleaños Greta".
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09 septiembre 2007

El amor de Sara Jane y Zouie Lexter...

Cuando Sara Jane salió del pequeño apartamento de Zouie supó que su vida ya nunca sería la misma.
Respiró todo lo hondo que pudo, bajó las escaleras de dos en dos y sin saber muy bien por qué se detuvo un buen rato delante del buzón. Supo también entonces que todo lo que iba a hacer a partir de ese momento no dependía ya de ella, pero a la vez conocía con precisión milimétrica los pasos que iba a seguir. No estaba dispuesta a luchar en su contra. Lo había intentado en otras ocasiones sin éxito, así que mientras abría su bolso en un acto inducido más que voluntario dijo en voz alta: ¡Lo que tiene que ser es!. Sacó entonces su diminuto teléfono móvil, lo apagó y lo introdujo en el buzón de Zouie. Ya en la calle, se quitó sus Blahnik de tacón de aguja y anduvo varias manzanas hasta encontrar su cafetería preferida. Se sentó en la barra y pidió tarta de arándanos con sirope de fresa y jugo de uva. Devoró con devoción hasta el último bocado. Pagó la cuenta, dejó una generosa propina, se volvió a calzar, salió a calle -una de las principales avenidas de la ciudad- y sin dudar ni un instante cruzó al otro lado con paso firme, mirando al infinito. El sonido de un autobús cuando impacta con una persona es seco, breve, sordo. Algunas de las personas que presenciaron la escena se desmayaron, otras lloraron desconsoladamente, las más realistas ni siquiera se paraban, al fin y al cabo el muerto no iba con ellos.
Cuando Zouie Lexter vió salir a Sara de su apartamento supo que era la última vez que la vería.Cinco minutos después llamó a la policia para comunicarles su muerte. Aunque quedaban todavía cuarenta minutos para que Sara cruzara la avenida, hacía ya diez se había agotado el tiempo para evitarlo. Ni siquiera la llamó al móvil. Abrió la nevera, cogió una cocacola light y pedaleó compulsivamente en su flamante bici estática.
Así entendían Sara Jane y Zouie Lexter el amor.