25 noviembre 2008

No soy ni Sócrates ni Mahoma... (Capítulo 3. Microdiario)




Me sigo sintiendo una exploradora en racha, desde que he llegado, no dejo de descubrir cosas. Hoy, por ejemplo, me he dado cuenta de que sólo las ideas inmensas pueden ser dictadas.
Esta mañana me ha picado una medusa. No puedo decir que haya sido a traición: en la isla el agua es cristalina y las medusas se ven con la suficiente antelación cómo para esquivarlas. Aún así, ni siquiera me he movido (otra vez es síndrome de la ísla) y me ha acabado rozando o yo a ella.
Desde entonces, la inflamación de mi dedo pulgar me impide escribir, así que le dicto el capítulo a mi escribiente particular.
Poco después me siento ridícula... yo no soy ni Sócrates ni Mahoma.

11 noviembre 2008

Cuando aún estabas...


Hoy he comprado un bolígrafo , con personalidad,elegante, de trazo perfecto, como a mi me gusta, ni muy fino ni excesivamente grueso. Por supuesto tinta negra. Me he hecho ese regalo, excesivo, casi cincuenta euros.

En realidad iba buscando una nueva agenda, siempre la compro en Noviembre, es una manía, absurda, como tantas otras. Esta año roja, página por día, Moleskine. Poco más de quince euros.

Ya en casa he sonreído recordando lo que siempre me repetías cuando aún estabas: "Mi pasión por la escritura no es compatible con tu agitada vida social"

Hasta en eso intento imitarte...

05 noviembre 2008

¿Las islas se mueven? (Capítulo 2)


La absurda pregunta se me ocurrió mientras desayunábamos en el bar de la camarera de fácil ofensa. Intentaba buscar una explicación a esa sensación de mareo leve pero molesto que me invade desde nuestra llegada.

Consideraciones matemáticas aparte, las islas definitivamente no se mueven y mis mareos, tienen más que ver con el síndrome de la isla; algo así como la dificultad de adaptación de los peninsulares a una tierra en medio del mar.

En mi primer día, descubro que aquí hasta las algas son apetecibles, que la lluvia, por tímida, nunca se queda y que puedo tomar el sol desnuda con la misma naturalidad y en el mismo espacio en el que otras personas lo hacen vestidas.

Ya por la tarde/noche, también descubro una estrecha carretera que me hace sentir en medio de la nada y una fonda con más arte fuera que dentro.

Definitivamente, el síndrome de la isla existe, es de difícil curación y nada tiene que ver con los mareos.